Casi siempre comienza en los hogares.
ENGLISH DESCRIPTION LONGLISTED FOR THE 2020 MAN BOOKER INTERNATIONAL PRIZE A NEW YORK TIMES NOTABLE BOOK OF THE YEAR Her most unsettling work ye.
Una idea ins lita y oscura, tan sensata en sus reflejos que, una vez que se entra en ella, ya no se puede salir.
Kentukis es una novela deslumbrante que potencia su sentido mucho m s all de la atracci n que genera desde sus p ginas.
Los personajes de esta novela encarnan el aspecto m s real -y a la vez imprevisible- de la compleja relaci n que tenemos con la tecnolog a, reavivando la noci n del exhibicionismo y exponiendo al lector a los l mites del prejuicio, el cuidado de los otros, la intimidad, el deseo y las buenas intenciones.
En especial cuando esas personas que dejamos entrar a casa son completamente an nimas.
Son ciudadanos reales, y el problema -se dice en las noticias y se comparte en las redes- es que una persona que vive en Berl n no deber a poder pasearse libremente por el living de otra que vive en Sidney, ni alguien que vive en Bangkok desayunar junto a tus hijos en tu departamento de Buenos Aires.
Los Kentukis no son mascotas, ni fantasmas, ni robots.
Ya se registran miles de casos en Vancouver, Hong Kong, Tel Aviv, Barcelona, Oaxaca, y se est propagando r pidamente a todos los rincones del mundo.
Casi siempre comienza en los hogares.
Una idea ins lita y oscura, tan sensata en sus reflejos que, una vez que se entra en ella, ya no se puede salir.
Kentukis es una novela deslumbrante que potencia su sentido mucho m s all de la atracci n que genera desde sus p ginas.
Los personajes de esta novela encarnan el aspecto m s real -y a la vez imprevisible- de la compleja relaci n que tenemos con la tecnolog a, reavivando la noci n del exhibicionismo y exponiendo al lector a los l mites del prejuicio, el cuidado de los otros, la intimidad, el deseo y las buenas intenciones.
En especial cuando esas personas que dejamos entrar a casa son completamente an nimas.
Son ciudadanos reales, y el problema -se dice en las noticias y se comparte en las redes- es que una persona que vive en Berl n no deber a poder pasearse libremente por el living de otra que vive en Sidney, ni alguien que vive en Bangkok desayunar junto a tus hijos en tu departamento de Buenos Aires.
Los Kentukis no son mascotas, ni fantasmas, ni robots.
Ya se registran miles de casos en Vancouver, Hong Kong, Tel Aviv, Barcelona, Oaxaca, y se est propagando r pidamente a todos los rincones del mundo.
Casi siempre comienza en los hogares